jueves, 27 de noviembre de 2008

La educación como piedra filosofal para la transformación de la sociedad: La responsabilidad del maestro (Parte I)

Los sistemas educativos se encuentran rezagados frente a la magnitud de los retos que plantean los grandes avances tecnológicos, la globalización del conocimiento y del trabajo, la competitividad como medida de producción y los cambios vertiginosos que se presentan día tras día en la estructura social y cultural de los pueblos.

Desde esa perspectiva, el paradigma educativo actual ha de transformarse hacia un modelo formativo integral que permita optimizar la capacidad cognitiva del individuo y aplicar conocimientos, destrezas y habilidades en la construcción de su proyecto de vida y de un proyecto de sociedad que permita responder en forma adecuada a las necesidades y expectativas del colectivo. En otras palabras, de acuerdo con lo planteado por Delors en el informe a la UNESCO sobre la educación en el siglo XXI (1996): “La educación tiene la misión de permitir a todos, sin excepción, hacer fructificar los talentos y capacidades de creación, lo que implica que cada uno pueda responsabilizarse de sí mismo y realizar su proyecto personal”.

¿Cómo lograr entonces transmutar a nuestros aprendices en “alquimistas capaces de convertir en oro” la información y el conocimiento para beneficio de la sociedad? ¿Estamos preparados los maestros para asumir el reto de adaptar la estructura de los sistemas educativos a las necesidades reales del mundo actual? Y parafraseando a Carles Monereo, profesor de la Universidad de Barcelona, en el artículo “En qué siglo vive la escuela”: ¿estamos dando a nuestros estudiantes la posibilidad de adquirir los conocimientos, habilidades, destrezas, principios y valores adecuados para enfrentar con éxito el futuro que les espera? Con toda seguridad la respuesta a estos interrogantes depende del cambio que seamos capaces de dar a la educación para convertirse en piedra filosofal del siglo XXI y de la responsabilidad que tenemos como “maestros alquimistas” en relación con nuestros “aprendices”.

Infortunadamente, una gran parte de nuestros colegas han asumido una actitud, por decir lo menos, negligente, frente al reto que nos plantea la necesidad de transformar el modelo educativo centrado en la simple transmisión del conocimiento a favor de uno nuevo que sea capaz de integrar contenidos, competencias, habilidades, principios y valores para la construcción, reconstrucción y aplicación creativa del saber en pos del desarrollo personal y de una sociedad más solidaria y equitativa.

No obstante, no hay que perder de vista que fuimos formados en la gran mayoría de los casos en una escuela tradicional caracterizada por la transmisión del conocimiento en forma memorística y autoritaria, una escuela en la que los valores eran universales, únicos e indiscutibles, y en la que el saber se equiparaba a la acumulación de datos sobre el máximo posible de temas, enfoque que, a todas luces, resulta insuficiente frente a las exigencias actuales de un mundo globalizado y altamente competitivo.

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