La evaluación es una de las dimensiones más importantes del proceso educativo dadas las implicaciones pedagógicas, éticas y sociales que tiene en la formación integral del individuo y en la certificación de la calidad humana y profesional de los futuros profesionales.
Concebida como un proceso sistemático de valoración del desarrollo académico, científico y axiológico del estudiante y como un punto de referencia acerca de la calidad de los sistemas educativos, la evaluación implica la asignación de juicios de valor y la toma de decisiones que impactan la vida de otros, hecho que determina la relevancia del papel que desempeña como factor regulador del desarrollo personal, instrumento de valoración y clasificación del individuo con respecto a estándares generales de referencia, patrón de medición de la calidad del sistema educativo y referente para la certificación de las competencias adquiridas en el proceso formativo.
Desde la perspectiva anterior y teniendo en cuenta las consecuencias derivadas de la evaluación para el individuo, para las instituciones educativas y para la sociedad, el tema ha ido adquiriendo una gran significación en los últimos años, llegando a convertirse en una preocupación constante, relacionada con la búsqueda de mecanismos que permitan garantizar la objetividad del proceso y de la asignación de las responsabilidades subsecuentes a los individuos que son objeto del proceso de evaluación.
En coincidencia con este planteamiento, Durante (2005), establece una analogía entre la evaluación y el diagnóstico clínico, cuando afirma que, “… al considerar los exámenes o pruebas académicas como una herramienta para el diagnóstico de la enfermedad, se podría pensar que aquellos que superan las evaluaciones son competentes mientras que los que no lo hacen, son , hecho que resulta inexacto en una proporción variable de casos, “en los que se pueden presentar resultados falsos positivos (desaprueban la evaluación pero son competentes) y falsos negativos (aprueban la evaluación pero son incompetentes)”.
Ambos errores tienen serias implicaciones en los ámbitos pedagógico, ético y social. La aprobación de un estudiantepuede generar un riesgo para la sociedad y una mala reputación a la institución universitaria que certifica su condición académica, por otra parte, la no aprobación de un estudiante puede “condenar” a dicho individuo a perder un tiempo de su vida e incluso frustrar por completo el curso de su carrera profesional, acarreando las consecuencias derivadas del hecho.
Concebida como un proceso sistemático de valoración del desarrollo académico, científico y axiológico del estudiante y como un punto de referencia acerca de la calidad de los sistemas educativos, la evaluación implica la asignación de juicios de valor y la toma de decisiones que impactan la vida de otros, hecho que determina la relevancia del papel que desempeña como factor regulador del desarrollo personal, instrumento de valoración y clasificación del individuo con respecto a estándares generales de referencia, patrón de medición de la calidad del sistema educativo y referente para la certificación de las competencias adquiridas en el proceso formativo.
Desde la perspectiva anterior y teniendo en cuenta las consecuencias derivadas de la evaluación para el individuo, para las instituciones educativas y para la sociedad, el tema ha ido adquiriendo una gran significación en los últimos años, llegando a convertirse en una preocupación constante, relacionada con la búsqueda de mecanismos que permitan garantizar la objetividad del proceso y de la asignación de las responsabilidades subsecuentes a los individuos que son objeto del proceso de evaluación.
En coincidencia con este planteamiento, Durante (2005), establece una analogía entre la evaluación y el diagnóstico clínico, cuando afirma que, “… al considerar los exámenes o pruebas académicas como una herramienta para el diagnóstico de la enfermedad
Ambos errores tienen serias implicaciones en los ámbitos pedagógico, ético y social. La aprobación de un estudiante
De ahí la importancia de trabajar, siguiendo con la misma analogía, para afinar el diagnóstico y minimizar los falsos positivos y negativos, a partir de la comprensión de los referentes que soportan el concepto moderno de evaluación, del conocimiento adecuado de los métodos utilizados para tal fin, del diseño técnico de los instrumentos de recolección de información y del análisis cuidadoso de los resultados obtenidos a partir de las pruebas seleccionadas, en un marco de reflexión orientado a promover el desarrollo del estudiante más que a penalizar los errores que pueda cometer.
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