domingo, 25 de enero de 2009

La evaluación basada en el desempeño profesional


De acuerdo con el marco conceptual propuesto por Miller en los años 90 para la evaluación de la competencia clínica en medicina, el cual se basa en una pirámide de cuatro niveles en los que se encuentran el saber, el saber hacer, el demostrar cómo y el actuar profesional, el grado más sensible de evaluación en la formación de los futuros colegas corresponde al desempeño profesional en la práctica cotidiana de la medicina.

Desde esa perspectiva, la evaluación de la competencia médica debería abarcar los conocimientos adquiridos, la habilidad de resolución de problemas clínicos, el manejo de situaciones médicas complejas, la atención ambulatoria, el manejo hospitalario y los elementos que definen el profesionalismo médico (respeto por el paciente, integridad, honestidad, responsabilidad, justicia social, compasión, entre otros).

No obstante lo anterior y el hecho que la mayor parte de los programas de formación profesional están fundamentados en el desarrollo de “competencias profesionales”, la mayor parte de los procesos de evaluación continúan siendo llevados a cabo a través de medición de conocimientos, exploración de habilidades clínicas y en algunos casos resolución de problemas en ambientes simulados, lo cual es a todas luces insuficiente respecto a la certificación del desempeño del individuo como profesional de la medicina.

¿Cuáles habrían de ser las estrategias utilizadas para definir con objetividad el logro de las competencias establecidas en los programas de formación profesional en medicina?

Al parecer hay más ruido que nueces en un proceso en el que se ha avanzado significativamente desde el punto de vista teórico, pero en el que hace falta creatividad y audacia para explorar nuevas herramientas que permitan valorar el desempeño de los estudiantes en las etapas previas a su ingreso al mundo laboral.

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