La competencia en medicina puede ser entendida como una capacidad de utilización de todos los recursos cognitivos y técnicos necesarios y suficientes para diagnosticar, tratar y proporcionar el mayor beneficio, la menor morbilidad al menor costo posible al enfermo con su enfermedad.
Tales recursos deben ser conducidos con la ética profesional, con la evidencia científica disponible y con la experiencia personal. La visión organicista o segmentaria del cuerpo humano, iniciada con Galeno 3es posteriormente desarrollada por Descartes (1596-1650 a.D.), lo compara con una máquina que precisa ser dividida en sus partes para ser conocida.
Se convirtió en una base para la aparición de las diversas especialidades médicas en las cuales, su agente o especialista, profundiza el conocimiento al respecto del (los) órgano (s) o sistema(s) a que se dedica (conocimiento vertical), para tener mas recursos técnicos para diagnosticar y tratar las enfermedades relacionadas con su área de actuación.
Pero el especialista, con raras y dignas excepciones, acaba por tener una percepción estrecha e insuficiente del enfermo como un todo. Se ha criticado la segmentación del conocimiento médico en especialidades, porque el ser humano es mas complejo que una máquina cualquiera que posee, además del cuerpo material, mente, consciencia y espíritu, componentes estos que están interrelacionados e interdependientes y que constituyen su integridad.
Resulta evidente que el abordaje particularizado de órganos o sistemas, aisladamente, puede ser insuficiente para resolver los problemas del enfermo en su totalidad. Surge entonces un interrogante al respecto sobre la competencia del médico moderno. Entendemos que la competencia en medicina se fundamenta en tres valores o, simbólicamente, en tres pilares de sustentación, que son: eficiencia, experiencia y ética.
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Fig. 1. Competencia en Medicine
La competencia médica depende del apoyo simultáneo y equilibrado de los tres pilares citados y la falta o disminución de uno de ellos resultará en pérdida de sustentación o inconsistencia de aquella. El primer valor reside en la eficiencia y comprende tres cualificaciones 2: conocimiento o cultura médica, habilidades o técnicas psicomotoras y actitudes de relación médico-paciente.
El conocimiento y su aplicabilidad surgen de la experiencia personal y de la asimilación de las informaciones más relevantes disponibles en las fuentes de cultura médica, informaciones esas que sean aplicables al paciente que se quiere tratar. Esta asimilación precisa ser consciente y muy cauta, pues va a orientar la conducta que se pretende tener con cada paciente. Tal práctica es conocida como "medicina basada en la evidencias (MBE)" y viene siendo sistematizada por la comunidad médica mundial desde su introducción en 1992 5.
Entre tanto, las decisiones tomadas frente a un paciente determinado, no se deben basar solo en los resultados de los trabajos experimentales controlados. Requieren discusión, ponderación y otras opiniones, experiencia profesional y no pueden ser automáticamente transferidas al paciente, porque este carece de atención personalizada. Es conveniente recordar que, a pesar de existir enfermedades aparentemente iguales, las personas que las portan no son iguales entre si. Dantas y Lopes6 recientemente propusieron un nuevo sistema titulado medicina basada en competencia (MEC) que "busca armonizar el excesivo énfasis dado en los últimos años a una medicina impersonal, basada casi exclusivamente en evidencias científicas. Ella integra la ética médica con la verdad científica de acuerdo con la vivencia de cada profesional". El segundo valor, experiencia o vivencia profesional, confiere al médico una perfección del arte o maestría en la utilización de recursos y habilidades personales para beneficiar a los pacientes. Despierta sensibilidades, agiliza el raciocinio, suplementa el conocimiento, aumenta la capacidad de análisis y de síntesis, agudiza los sentidos de observación y perfecciona la habilidad de interrogar, abrir e interpretar. "El fundamento de la clínica es la observación. Las teorías pueden morir, pueden mudar, pero la observación no muere jamás. La genialidad de la observación permanece para siempre" (Cardarelli, citado por Dantas, Lopes 6). Finalmente, pero nó lo último, el tercer pilar es la ética. Esta se caracteriza por el respeto a la justicia, por el sentimiento de compasión y amor al próximo, por el interés honesto en querer servir al otro para su bien y, así, por el respeto a su derecho fundamental de vida e libertad, independientemente del sexo, raza/etnia, credo, clase social o patologías presentes. Todo comportamiento médico precisa ser tutelado por la ética. Los Principios éticos de la medicina en particular - y de la sociedad en general - favorecen una relación cordial, profunda y sincera entre el profesional y su cliente. Esta relación de alto nivel es muchas veces determinante o, como mínimo, coadyuvante del éxito en la resolución de los casos, siendo a veces el recurso terapéutico mas importante al alcance del médico