Para nadie es un secreto que los adelantos científicos y tecnológicos de la medicina moderna han contribuido de forma significativa al mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad actual, sin embargo, no deja de sorprender el hecho que trasciendan las fronteras del tiempo y contribuyan a clarificar hechos históricos remotos.
Así, misterios como la muerte de Tutankamón, uno de los faraones egipcios más conocidos de la historia, objeto de múltiples análisis y explicaciones desde el encuentro de sus restos por parte del arqueólogo británico Howard Carter en el Valle de los Faraones, en el año 1922, haya sido develado en los últimos días.
Un estudio divulgado recientemente por la revista Journal of the American Medical Association propone que la muerte prematura de Tutankamón tuvo su origen en el contagio de la malaria, una enfermedad infecciosa de proporciones epidémicas en algunas regiones del trópico en la actualidad.
Otros hallazgos llevados a cabo por el grupo de investigadores revelan que el faraón habría sufrido de un trastorno óseo, conocido como síndrome de Kohler, un tipo de osteocondritis del escafoides tarsal y necrosis avascular del mismo que da lugar a dolor y cojera, en concomitancia con una serie de trastornos óseos degenerativos y de alteraciones patológicas en el riego sanguíneo.
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